Antes de que iniciara con bombos y platillos, el pasado 17 de febrero, el esperado Plan Nacional de Vacunación contra el COVID -19, éste ya arrastraba una pesada carga de críticas. La demora en concretarse, el rezago frente a otros países, la falta de claridad e información sobre las negociaciones con las farmacéuticas fabricantes, y la enorme sospecha de que tarde o temprano la sombra de la corrupción iba a irrumpir alrededor de este tema, como en tantos otros escenarios de la vida nacional, marcaron su destino antes de empezar.

Se oyeron voces alertando sobre la politización del tema y no faltaron los reproches y señalamientos por el despliegue exagerado del gobierno nacional y autoridades regionales ante la llegada de los primeros lotes de vacunas. Pero quizás nunca nos preparamos para ver en primer plano el horror del engaño de la aplicación de vacunas con jeringas vacías.

El primer caso que impactó en la región sucedió en Río de Janeiro y todos nos escandalizamos. A los pocos días, e igual de contagioso que la variante brasilera del virus llegó a Colombia un episodio similar. Una enfermera en Floridablanca, Santander quedó en evidencia gracias a un video grabado con celular por un familiar, en el momento en que inyectaba una jeringa vacía a una anciana de 80 años. Ante el llamado de atención de la familiar, la mujer argumentó que se le había salido el líquido de la jeringa. ¡Absurdo!.

Luego saltó otra denuncia, esta vez en Medellín, donde una abuela de 94 años fue inyectada inicialmente sin ningún líquido y, luego del reclamo de su familia, le fue aplicada la vacuna con los protocolos establecidos. La escandalosa escena se ha repetido en Villavicencio, Barranquilla, Tocancipá y Chía. Adultos mayores que esperaron ansiosos su turno por la vacuna, fueron engañados y pinchados con jeringas vacías por supuestos errores humanos.

Ya son seis los casos denunciados y registrados por los medios de comunicación desde que se puso en marcha el Plan Nacional de Vacunación y quien sabe cuántos más se habrán registrado a lo largo del país, en ausencia del lente oportuno de familiares que han grabado el momento con sus teléfonos móviles. Y es que resulta increíble que un profesional de la salud, personal entrenado para este tipo de jornadas de vacunación, no se dé cuenta de que no llenó una jeringa y "aplique" una vacuna sin líquido en su interior. 

Para el caso del departamento de Santander la Secretaría de Salud municipal entabló una denuncia ante la Fiscalía para que investigue, y tanto la Contraloría como la Procuraduría, anunciaron  indagaciones para determinar las razones por las cuales las vacunas contra el covid-19 no están siendo aplicadas correctamente. Por su parte, la Superintendencia de Salud informó que ya van 66 denuncias de presuntas irregularidades en torno al Plan de vacunación (jeringas vacías y colados) y que de esas solo dos han sido trasladadas autoridades penales y disciplinarias. Todavía no ha habido ningún resultado a esas averiguaciones ni sanciones conocidas ni a las IPS ni a los profesionales involucrados en estas escandalosas omisiones. 

 

El presidente Duque ha dicho que son "casos aislados", pero por más que errar sea de humanos y por más que haya una sobrecarga por estos días para el personal de enfermería y auxiliares, resulta muy difícil creer que esas faltas no hayan sido premeditadas. ¿Con qué fin?, ¿a dónde van a parar las vacunas que no inoculan? ¿existe ya acaso un mercado negro o un cartel de las vacunas? Son interrogantes que están en el aire después de haberse conocido esas denuncias y que deberán investigar y resolver las autoridades.  Están también demoradas en ello. 

 

Entre tanto, Colombia llega tímidamente a los 2 millones de dosis aplicadas en todo el territorio nacional. Y apenas un poco más del 11% de la población vacunada ha recibido sus segundas dosis. El ritmo de inmunización es lento y ciertamente la meta de los 35 millones de colombianos vacunados este año se ve muy lejos cuando apenas se llega a más de 150 mil dosis aplicadas diariamente. Esto, mientras avanzamos hacia un tercer pico de la pandemia y varias ciudades capitales alertan nuevamente por insuficiencia en sus salas de cuidados intensivos.

 

Es cierto que más de 2 millones 200 mil personas se han recuperado del contagio por Covid -19, pero la cifra de muertos supera los 63 mil y sigue aumentando. Por eso es urgente poner el acelerador al Plan Nacional de vacunación, sin perder de vista la transparencia y la ética en el proceso.