La primera vez que entré a la redacción del diario El Heraldo en Barranquilla sentí una mezcla de reverencia y pavor. El corazón me latía a mil y así me pasó todas las mañanas, durante al menos el primer mes. Estaba preocupada por dar la talla al reto que tenía y por aprovechar al máximo semejante oportunidad para arrancar mi carrera como periodista.

Era el año de 1991 y yo cursaba el último año de Comunicación Social en la Universidad Javeriana en Bogotá, correspondiente al Énfasis en periodismo que elegí seguir. Como parte de los requisitos para graduarnos debíamos hacer un semestre de prácticas en un medio de comunicación real.

Yo tuve la enorme fortuna de iniciar mi experiencia como reportera en mi ciudad natal, a través de mis prácticas en El Heraldo, gracias a la oportunidad que me brindó Juan B. Fernández Noguera. Me asignaron en la fuente de Locales bajo la tutoría del gran reportero Jorge Mariano a quien le agradezco su paciencia, confianza y enseñanzas todo ese semestre.

Cubrir las noticias locales incluía Alcaldía, Empresa de teléfonos, la de energía y en general, toda la información que se generaba en la ciudad. Jorge, generoso, repartía los temas entre los dos y me asignaba el cubrimiento de una o dos noticias para apoyarlo. A pesar de mi temor de principiante, a los dos días de haber entrado, la noticia que cubrí salió en primera página y mi corazón que andaba acelerado por esos días, se hinchó además de satisfacción.

El Heraldo fue una escuela maravillosa, formaban parte de aquella redacción en ese entonces experimentados colegas como Rafael Sarmiento Coley en Políticas, Rafael Llanos en Judiciales, José Granados en Económicas, Alix López, Rosario Borrero, Leonor De la Cruz, Loor Nasir entre otros, a quienes les aprendí de verlos, la disciplina y el amor por el oficio y la deliciosa camaradería que se vive en una sala de redacción.

Una tarde que había vuelto temprano al periódico y ya había terminado mis asignaciones para el día siguiente, se presentó una coyuntura noticiosa, y no había reporteros disponibles en el diario, por lo cual me mandaron a mi - la practicante-, a cubrir una rueda de prensa con el entonces Ministro de Trabajo, Francisco Posada De la Peña.

Salí afanada para llegar a tiempo a la rueda de prensa que tendría lugar en el antiguo aparta hotel El Golf; fui con fotógrafo a bordo en un carro del periódico. La verdad no iba muy bien preparada para ese cubrimiento pero como era una supuesta rueda de prensa, me tranquilicé pensando que en últimas, escucharía las preguntas que lanzaran los demás periodistas y luego con ese insumo construiría mi propia noticia. Mal de principiante.

Pues resulta que al llegar al sitio acordado no había ninguna rueda de prensa, estaba solo el Ministro esperando a El Heraldo y aquello sería una entrevista de tú a tú. Me llené de valor, saqué mi libreta de apuntes y apuré rápidamente unas preguntas con la escasa información que tenía. Por esos días Posada de la Peña adelantaba una valiente reforma al código laboral y sobre ese tema conversamos.

Nos sentamos en una salita auxiliar del hotel que nos facilitaron, yo saqué mi grabadora de periodista e hicimos la entrevista que duró unos 25 minutos. El Ministro fue claro, preciso y paciente con esa novata reportera. Terminamos, nos despedimos y cada uno salió a tomar su carro. Yo me sentí bien e iba emocionada con mi material.Tan pronto me subí al vehículo, revisé el audio para asegurar que todo estuviera bien con la grabación.

Pero todo estaba mal. La grabadora estuvo en pausa durante todo el tiempo de la entrevista y no había grabado ni un segundo de aquel reportaje. Ese día sí creo que casi se me paró el corazón. Rápidamente pensé: O pasas la pena de llegar al periódico y decir que no fuiste capaz de hacer la entrevista por tremenda novatada, o le pelas la cara al Ministro, le explicas lo que pasó e intentas conseguir la noticia.

La primera opción era más aterradora que la segunda, así que velozmente me tiré del carro, corrí hasta el del Ministro y muerta de vergüenza le confesé la verdad. "Ministro qué pena con usted, tenía la grabadora en pausa y no grabé, nada, ¿podríamos por favor repetir la entrevista?. Con toda la bondad y paciencia del caso el Ministro me hizo subir a su carro, y me concedió de nuevo la entrevista.

Al terminar, me subí dichosa ya con mis declaraciones rumbo a El Heraldo, adorando para siempre al Ministro Posada De La Peña. Esa fue una de mis grandes lecciones como reportera, que luego les contaría como anécdota a mis alumnos de la Universidad del Norte. Gajes del oficio que conocí en esa entrañable redacción del periódico más importante del Caribe y uno de los principales del país.

Hoy, esta casa editorial está cumpliendo 85 años y sigue liderando la información y la opinión en la región. Felicito de corazón desde esta ventana a todos sus reporteros, directivos, y miembros del equipo de colaboradores de El Heraldo por hacer todos los días un gran trabajo. Viviré siempre agradecida y orgullosa de haber iniciado allí mis días de periodista que tanto me sirvieron para trabajar luego como reportera política en los medios nacionales.

Larga vida a El Heraldo, tan íntima y profundamente ligado al corazón, la historia y las costumbres de los barranquilleros. Los mejores deseos para que mantengan su profesionalismo y objetividad. Son sin duda una institución y un orgullo para la ciudad.