No hay derecho a que justamente en el nombre de la paz, los colombianos nos estemos enfrentando a diario y en todos los espacios: familiares, laborales, amistosos, presenciales y ni hablar de los virtuales, por un sí o un no.
Y es que realmente el nivel de polarización que vivimos hoy por cuenta de las convicciones de unos u otros en favor o en contra de los acuerdos con las FARC es lamentable.
Recientemente, una compañera de trabajo me confesó que había decidido abandonar el grupo del chat que mantiene con su familia en WhatsApp porque no se “aguantaba” un comentario más de sus hermanos en favor del No y en contra del gobierno. Otra amiga, - que vive en el exterior y vino por estos días al país-, fue invitada a una cena en su honor y me relató asombrada que la reunión terminó en una pelotera mayor con gritos incluidos por cuenta del plebiscito que se acerca.
En el grupo de mis compañeros de universidad que organizamos en razón de los 25 años de egresados, el tema desató una cadena de más de 150 mensajes, - unos más subidos de tono que otros-, con posturas a favor o en contra.
Subirse a un taxi en Bogotá por esta época -seguramente ocurre igual en otras ciudades- se ha convertido en otro espacio de debate o de proselitismo por el sí o por el no. No ha terminado uno de decir hacia donde se dirige, cuando el taxista ya ha iniciado una cátedra interminable sobre las razones por las que no se debe, según ellos, votar a favor de lo pactado en La Habana. En realidad, a mí solo me han tocado conductores que están en contra del acuerdo.
He tratado de hacer el ejercicio de oírlos con paciencia, de aceptar sus opiniones, y en caso de desespero extremo, subirles el volumen a mis audífonos. Sin embargo, el último taxista que me hizo una carrera, a quien simplemente le respondí que iba a votar por el sí, terminó tildándome de “ciega” y de “mujer insensible” por lo que para él es apoyar a “esos guerrilleros violadores de niñas”.
Entrar al Facebook o al twitter es otra pesadilla. Las redes sociales están inundadas de mensajes, memes, cadenas, textos, resúmenes sobre las ventajas y desventajas de apoyar o no el acuerdo que pone fin al conflicto armado más largo del continente.
Es cierto que lo usual al avecinarse cualquier votación, es que se desate una contienda electoral y se oigan voces de uno u otro bando. El problema aquí es que no se trata de cualquier elección, es una decisión mucho más trascendental. No vamos a elegir ni dirigentes, ni cargos por períodos de cuatro años. Vamos a votar si apoyamos o no un acuerdo duradero que nos permita poner fin a una guerra de más de medio siglo. La paz es superior al gobernante de turno, y la paz supondría que todos estemos del mismo bando.
Aunque personalmente considero que perder esta gran oportunidad de acabar con buena parte de la guerra y construir un país más tranquilo para nuestros hijos -así sea mediante un acuerdo con defectos- sería un tremendo error, creo que nos equivocamos mayormente al rodear de odio e intolerancia el ambiente y el camino hacia esa decisión.
¿Cómo hablar de paz con enfrentamientos?, ¿Cómo pensar en silenciar fusiles y bombas si no somos capaces de desarmar primero nuestros corazones?, La invitación es a reflexionar acerca del contrasentido que es ‘discutir’ sobre la paz, a bajarle entre todos, el tono al debate. Respetemos las diferencias, votemos a conciencia y dejemos la violencia en paz.
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