Por más de 30 años los nacidos en la Costa Atlántica que vivimos en el interior del país, hemos soportado con mucha comprensión que la gente de aquí nos llame corronchos como si fuera un sinónimo de costeños.
Y la mayoría hay que reconocerlo, lo dice con cariño y desconocimiento, por eso termina uno aceptando la cosa. Así, costeño que se respete al llegar a un salón de una universidad bogotana, se convierte para siempre en el “corroncho” de la clase. De hecho mi gran amigo de estudios, cachaco hasta los huesos por supuesto, me llama todavía “corroncha” y lo hace con amor, pero sin duda, no sabe lo que dice.
Porque corroncho en la Costa no es ningún elogio, al contrario. Ni tampoco ningún pescado maluco de agua dulce como describe el diccionario. Allá algo corroncho es algo ordinario, burdo. Y el corroncho es alguien desagradable, inculto, gritón, de mal gusto, liso o confianzudo. Es el equivalente al montañero o mañé en paisa, o a lo que los bogotanos califican como guiso o ñero. No tiene nada qué ver con algo de la esencia del costeño. De allí que para nosotros también existan los cachacos corronchos o los paisas corronchos.
Por eso no todos los costeños nos identificamos con la propuesta de un grupo de estudiosos y folcloristas de la Fundación cultural Redes, reunidos el pasado 13 de abril en San Jacinto, Bolívar durante un encuentro sobre “corronchismo”. Los asistentes al conversatorio acordaron solicitar formalmente a la Real Academia de la Lengua Española, incluir el vocablo corroncho como una palabra alegórica a la costa caribe. “Queremos que este término sea incluido en la Real Academia de la Lengua con otro significado. Los costeños somos corronchos, aceptamos ese distintivo como tal”, declaró a la prensa uno de los asistentes.
No señor, quién ha dicho, yo soy costeña de pies a cabeza pero no acepto ese distintivo ni de vainas. Puro embuste de estos respetados académicos y folcloristas afirmar que para nosotros el término corroncho tenga connotaciones de “hombre benévolo, chévere, buena gente, amigable, colaborador, de buen aspecto y conocedor de su cultura”. Para nada.
Eso sí como en todo hay excepciones, y clasificaciones, así que claro hay corronchos bacanos, los propios “corales” que tienen su gracia y sus apuntes originales, o los corronchos alegres que por lo general sueltan carcajadas contagiosas, o el corroncho è playa que anda sin camisa o “ejcamisao” para hablar en costeño, personajes pacíficos y serviciales.
Pero lo corroncho es corroncho y no tiene ninguna relación directa con los habitantes del caribe colombiano, es más la palabra traspasa los límites de la costa y se ajusta perfectamente a cualquier persona o cosa que cumpla con las características más bien grotescas que describí arriba.
Así que muy interesante el encuentro, y las disertaciones de estos creativos coterráneos que tienen sin duda todo el derecho de conversar sobre los temas de la región y su cultura. Pero se les fueron las luces feo en lanzar semejante propuesta. Sobretodo, por hacerlo en nombre de todos los costeños y además por cuanto periódico y noticiero nacional existe, como si fuera algo consensuado o que de verdad esté en el sentir de los costeños. Nada más lejano, y la no pregunta, ¡ofende!.
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