Lo que empezó como un cuento de amor hace 17 meses, se ha convertido en una auténtica tragedia griega. * Panos Constantinos un griego de 42 años, conoció a la mujer de su vida en octubre de 2007 vía internet. El portal de contactos ciber románticos Colombian cupid fue el lugar de encuentro.

Desde la tranquilidad de su isla en Paros, tan pronto la vió a través de su cámara web, supo que esa barranquillera de crespos negros que lo saludaba a miles de kilómetros de distancia, podría ser la compañera para él.


Iniciaron así una relación por internet que al principio les ocupaba un par de horas y que sin darse cuenta, rápidamente les robaba horas de conexión en la red, a veces días enteros. Por la web se conocieron, se acompañaron y se enamoraron. Hasta el punto en que Panos como él mismo lo afirma “necesitaba olerla y tocarla” para comprobar que lo que sentía al frente del monitor de su PC, era real.
Así que cuatro meses después, aterrizó en el aeropuerto El Dorado de Bogotá, y al dia siguiente se embarcó en bus rumbo a Barranquilla a re-conocer a su amor. Llegó en plenos carnavales de 2008. Y apenas cumplió su sueño de olerla y tocarla supo que los sentimientos que habían tejido entre las redes del ciberespacio eran de verdad y se quedó 45 días en la capital de Atlántico junto a * Sofia Gómez, su novia colombiana.

Panos se deleitó con su amor y con todo lo que probó y conoció en la tierra de Sofía, se encantó con la buena energía de la gente y lo exótico de sus frutas. El níspero, la papaya y el anón lo descrestaron. El romance se mantuvo tras su regreso a Grecia, y esta vez ya el computador dejó de ser la ventana mágica al amor, para convertirse ahora en una muralla que les recordaba lo lejos que estaban. Así que Panos invitó a Sofía a conocer su isla y a intentar una vida juntos. Después de cuatro meses de trámites ante la embajada de España, Sofía obtuvo una visa de turista por 90 días y viajó de Madrid a Atenas junto a su amor. Ya en Paros, tuvieron la oportunidad de convivir y reafirmar su romance. Cumplidos los tres meses Sofía regresó a su Barranquilla natal aunque Panos le pidió que se casaran. Elle pensó que podía ser muy rápido y decidió volver a Colombia. El noviazgo siguió por internet y el 7 de noviembre del año pasado Panos estaba de vuelta en El Dorado rumbo a la terminal de transporte a tomar un bus hacia la Costa.

El 8 de diciembre se casaron en Barranquilla y al novio lo acompañaron sus mejores amigos que viajaron desde Grecia y Estados Unidos a "la arenosa" especialmente para la boda. La mamá de Sofia organizó una alegre recepción que incluyó millos y bailarines de cumbia y mapalé. Aquí, termina el cuento de hadas e inicia la parte de la historia que más parece una tragedia de la antigua Grecia. Los planes de Panos eran, una vez casado, viajar junto a su esposa a su país tan pronto tramitaran la solicitud de visa de residente para Sofía. Algo que él en su mentalidad de europeo suponía les tomaría máximo un mes, pero que ya va en casi cuatro meses de papeleos y trámites.

Todo ha sido más complicado para ellos pues no existe embajada de Grecia en Colombia y los trámites de visados para esa nación, deben realizarse ante la embajada española. Tardaron casi dos meses reuniendo los papeles necesarios para registrar su matrimonio, fotocopiar, autenticar, apostillar ante la cancillería, y traducir documentos. Esperar, se ha vuelto la rutina de esta pareja que no ha podido disfrutar ni su luna de miel.

Con todos los papeles listos y sus maletas se embarcó Panos otra vez en un bus rumbo a Bogotá, esta vez con su esposa. Al llegar a la embajada de España, Constantinos pretendía encontrar una ventanilla especial para la atención a los ciudadanos griegos, y esperaba explicarle su caso al funcionario: Que venía junto a su esposa a solicitar su visa de residente pues ya se iban a vivir a Paros. Confiaba además en que al contarle que todo el papeleo les había tomado más tiempo de lo planeado, el funcionario lo entendería y le facilitaría todo. Pero a Panos en la Embajada de España en Bogotá ni siquiera lo dejaron entrar. Le tocó pasar sola a Sofia a entregar la solicitud de visa y el funcionario comprensivo que Paros se había imaginado, resultó ser otro más de los déspotas trabajadores de los consulados extranjeros en este país. Con tres piedras en la mano, le aclaró a Sofia que ellos sólo expiden visas de turistas a Grecia, pero que al estar ya casada, tenía que pedir la visa de residente a través de la Embajada de ese país en Venezuela.

Panos se dedica al campo en su isla. Tiene cultivos de hortalizas, olivos, y una manada de cabras y vacas que debe sacar a pastar dos veces al día. En ese trabajo lo remplaza por estos días de ausencia su padre, quien cada vez con mayor frecuencia , llama a averiguar la fecha de retorno de su hijo. El dice con gran preocupación que ya perdió la cuenta del dinero que ha gastado desde que llegó y su tarjeta de crédito está a reventar. Con la nueva información se fueron a averiguar el costo de dos tiquetes aéreos a Caracas. Pero para desgracia de esta pareja viajar al hermano país bolivariano resulta uno de los destinos más costosos. Cada pasaje asciende a un millón y medio de pesos y en la situación de Panos sumarle 3 millones de pesos más a su listado de gastos, no resultó una buena noticia.

Luego de haberse pegado el viajecito Bogotá-Barranquilla tantas veces, pensó entonces para no aumentar los costos, en irse por carretera con su esposa hasta la capital venezolana. Pero apareció un nuevo escollo en este drama, y otra vez por cuenta de los visados. Aunque para entrar por avión al país vecino no se necesita visa, para ingresar por carretera sí lo exigen. Así que al día siguiente estaba Sofía ante el consulado venezolano en busca de una visa para poder entrar a Venezuela, e ir a pedir la visa para poder entrar Grecia. ¡Qué enredo!. En este consulado, para darle la entrada vía terrestre, debía presentar entre otras cosas certificado laboral, extractos bancarios y un certificado de buena conducta otorgado por el alcalde de su localidad. Sofía es diseñadora gráfica y trabajaba independiente hace años pero no tiene ni un contrato laboral ni cuentas bancarias. Eso le explicó a la funcionaria venezolana a quien aclaró además que dependía económicamente de su esposo y las razones específicas que motivaban su intención de visitar Venezuela. Pero su matrimonio registrado y todos los papeles que sustentan la solvencia de Panos no fueron suficientes, así que desistieron de viajar a Venezuela.

En vista de la exagerada tramitología, de que el tiempo y el dinero apremian y sobretodo de la “orfandad” que enfrentan los ciudadanos griegos en Colombia, con un consulado en Cartagena y otro en Bogotá, de muy pobre atención; con tal de poder concretar pronto su viaje, Panos y Sofía han desistido también de hacer las cosas al derecho, y ahora lo intentarán diciendo mentiras, obligados sin duda por el exceso de trámites que han encontrado.

El consulado de Grecia en Bogotá está en manos de un hermano del ex presidente Barco y tío de la canciller que despacha desde una oficina de abogados y no habla bien griego. Por eso, todos los documentos que registra, deben pasar antes por la revisión del vicecónsul, un pediatra griego muy amable que atiende las tareas consulares desde su consultorio médico y que está obviamente más interesado en su clientela infantil, que en ayudar a resolver los problemas de sus coterráneos enamorados por internet.


Así que de nada ha servido que estén casados, ni que éste extranjero haya hecho hasta lo imposible para llevarse a su país a su “señora esposa” como él la llama con su visa de residente griega. Ahora Sofía está reuniendo los papeles para volver a la embajada de España y aplicar esta vez a una visa de turista a ese país. De ahí entonces tomaría un vuelo doméstico a Atenas junto a Panos y estando allá planean legalizar su situación. Este no es precisamente el desenlace que el soñaba de su historia y aún no se resigna a que su esposa haya tenido que marcar en la casilla del formulario de estado civil una X al lado de soltera. Sofía entre tanto, no duerme imaginándose que el funcionario al que le entregue los papeles sea el mismo grosero que le dijo que sí ya estaba casada tenía que ir a Venezuela, y sueña con que esta vez, la atienda un personaje más amable, como el comprensivo que se imaginó su esposo, o que al menos si le toca el mismo, no se acuerde de su caso.

Depende de cuanto tarde el trámite de la visa de Sofía a España, Panos regresará solo a su isla o esperará un poco más a su amada. Él por ahora se cuestiona mucho acerca de los verdaderos alcances de la globalización y las teorías modernas de un mundo sin fronteras. Con su amor, ellos sin duda han dado muestras de que se pueden traspasar, pero su historia merece un pronto desenlace feliz que ponga fin a esta tragedia griega que viven hoy.



*Los nombres han sido cambiados para proteger la privacidad de los protagonistas de la historia.