En febrero de 2007 cuando María Consuelo Araujo debió renunciar a su cargo de Canciller tras la orden de captura ordenada contra su padre y su hermano por el escándalo de la parapolítica, se dijo que no era sostenible que la Ministra de Relaciones Exteriores llevara esta cruz a cuestas. El argumento más reiterado entonces para exigir su dimisión, fue que no habría lugar fuera de las fronteras colombianas que pisara la Ministra, en donde no le recordaran semejante mancha que salpicaba la imagen del país. Así lo terminó de valorar el Gobierno que le aceptó la renuncia y sacrificó a una brillante funcionaria quien debió pagar muy alto el costo de los errores de sus familiares.
En ese momento el país y la opinión nacional lamentaron la baja de la Ministra por sus reconocidas cualidades profesionales, pero se entendió la aceptación de su renuncia como un acto correcto de ética pública y de responsabilidad política del Gobierno. “Veo claramente la necesidad de que el proceso judicial esté libre de interferencias", afirmó Araújo entonces, al leer el comunicado donde oficializaba su dimisión.
Necesidad que inexplicablemente no ve hoy el Ministro Fabio Valencia, quien ostenta precisamente el cargo de jefe de la cartera del Interior y de Justicia, en el escándalo que envuelve a su hermano Guillermo León, ex director de Fiscalías de Antioquia. Es cierto que nadie puede responder por el comportamiento de sus familiares, así como la ya repetida frase de que las responsabilidades penales son individuales, pero es igual de claro que el Ministro Valencia está en mora de tener la grandeza y la decencia política de apartarse del Ministerio y sofocar así las suspicacias que encienden su permanencia en el cargo, cuando su hermano enfrenta este difícil proceso judicial.
Esta vez, al igual que sucedió con la ‘Conchi’ la oposición ya ha sentenciado que no habrá un día ni un debate en el que el Ministro aborde un tema en el Congreso sin que le sea recordado el caso de su hermano investigado. De hecho la agenda legislativa está paralizada. Sin embargo, al Gobierno parece que esto poco le preocupa pues se obstina en mantener a un Ministro salpicado - injustamente sin duda -, pero salpicado, por los gravísimos errores de su hermano menor que llegó a ocupar ese cargo precisamente por su influencia política.
La pregunta que surge entonces es ¿por qué será que el Gobierno se preocupa por el qué dirán del país en el exterior, pero poco le importa lo que se piense al interior?. El Gobierno, el país y el mismo Ministro ganarían sin duda grandeza y pulcritud si asumieran la responsabilidad política en este caso. Sostener al Ministro así, es asumir que la ropa sucia se lava en casa, cuando el ejemplo debería empezar por aquí. De esto también se trata la lucha contra la corrupción y la politiquería, para rematar con tono de refrán de esos que tanto le gustan al Presidente Uribe, que predica, pero no aplica.
En ese momento el país y la opinión nacional lamentaron la baja de la Ministra por sus reconocidas cualidades profesionales, pero se entendió la aceptación de su renuncia como un acto correcto de ética pública y de responsabilidad política del Gobierno. “Veo claramente la necesidad de que el proceso judicial esté libre de interferencias", afirmó Araújo entonces, al leer el comunicado donde oficializaba su dimisión.
Necesidad que inexplicablemente no ve hoy el Ministro Fabio Valencia, quien ostenta precisamente el cargo de jefe de la cartera del Interior y de Justicia, en el escándalo que envuelve a su hermano Guillermo León, ex director de Fiscalías de Antioquia. Es cierto que nadie puede responder por el comportamiento de sus familiares, así como la ya repetida frase de que las responsabilidades penales son individuales, pero es igual de claro que el Ministro Valencia está en mora de tener la grandeza y la decencia política de apartarse del Ministerio y sofocar así las suspicacias que encienden su permanencia en el cargo, cuando su hermano enfrenta este difícil proceso judicial.
Esta vez, al igual que sucedió con la ‘Conchi’ la oposición ya ha sentenciado que no habrá un día ni un debate en el que el Ministro aborde un tema en el Congreso sin que le sea recordado el caso de su hermano investigado. De hecho la agenda legislativa está paralizada. Sin embargo, al Gobierno parece que esto poco le preocupa pues se obstina en mantener a un Ministro salpicado - injustamente sin duda -, pero salpicado, por los gravísimos errores de su hermano menor que llegó a ocupar ese cargo precisamente por su influencia política.
La pregunta que surge entonces es ¿por qué será que el Gobierno se preocupa por el qué dirán del país en el exterior, pero poco le importa lo que se piense al interior?. El Gobierno, el país y el mismo Ministro ganarían sin duda grandeza y pulcritud si asumieran la responsabilidad política en este caso. Sostener al Ministro así, es asumir que la ropa sucia se lava en casa, cuando el ejemplo debería empezar por aquí. De esto también se trata la lucha contra la corrupción y la politiquería, para rematar con tono de refrán de esos que tanto le gustan al Presidente Uribe, que predica, pero no aplica.
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